30.10.02

Los primeros rayos de sol de la nueva mañana sorprendieron a B. tratando de vendar convenientemente sus manos heridas; sin prisa alguna, concentrado, envolvía cada una de las manos con la menguada perfección que en solitario se puede conseguir en tal empresa. La mano derecha aventajó la cura sobre la otra mano, quizás por el hecho significativo de que B. era zurdo.