24.6.02

Alegre, entusiasmado, Rubén dijo:
"¡vamos a tomar la última al Excalibur!"
La noche había transcurrido entre cervezas
y comentarios sobre Cuba.
A nadie le apetecía volver a casa
de modo que nuestro destino
más inmediato ya estaba claro.
Risas, devaneos, coche, música...
La última cerveza entre las manos y alguien dijo:
"mañana hay que ver a España"
Enseguida traté de alejar de su mente
tamaña barbaridad.
"En todo caso, lo grabas", le dije
No sé por qué me miró con cierto reparo;
él quería estar ahí, en directo, viviendo
a la par que miles de españoles
aquello que por momentos se podía aproximar
a un akelarre futbolístico.
Eran las 5 y media de la mañana
cuando decidimos dar por zanjada
la ingesta de cerveza.
Desde que apareció el fútbol en escena
ya no se apeó de la conversación.
La hazaña había que consumarla,
dos horitas de sueño y a levantarse
a ver la tele.
Muchos despertadores sonaron a esas horas el sábado,
muchos ojos no se habrían cerrado por entonces.
Yo, por mi parte, escondí bien lejos el despertador
y en previsión de posibles gritos y pataletas
celebrando goles a tan intempestivas horas
agarré unos tapones.
Amanecí a la una de la tarde
todo era calma, calor y pronto descubrí
que también decepción...

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