5.11.02

Una vez compuso sus ropas y les dio el visto bueno con una mirada sobre sí mismo, B. se dirigió decidido a examinar el interior de un cajón, ignorando los crujidos intensos que producía el impacto de sus zapatos encima de los cristales desparramados esa misma noche; allí revolvió insistentemente entre impresos, cajetillas de tabaco, bolígrafos y otros objetos hasta encontrar un caramelo que adhirió con delicadeza a su lengua y una Biblia que dispuso bajo su brazo, apretándola con fuerza, de modo que pudiese introducir las manos en los bolsillos de la chaqueta.

No hay comentarios: